Como me enamoré del surf. Crónica de un aficionado a la vida sana

Quique Guijarro nos cuenta desde que edad practica el surf y como aprender a surfear

“Cómo me enamoré del surf”

Quique Guijarro

Crónica de un aficionado a la vida sana

Quique Guijarro nos cuenta que en la escuela de surf se puede aprender bodysurf, jetsurf e incluso bodysurf.

Empecemos por el principio. ¡Hola de nuevo! Sí, soy el mismo del artículo anterior. El que te intenta convencer todo el rato de que te superes a ti misma y a ti mismo. Los pongo los dos y así no meto ninguna arroba por en medio de las palabras. Es súper complicado ser neutral y correcto cuando el lenguaje no te da muchas más opciones y tú quieres serlo. Lo que te decía, que soy el que te habla sobre salir de tu zona de confort y que busques cómo ser un poquito más feliz con menos. Con el que estuviste hablando de lo fantástico que es el deporte, el boxeo, escalar y la vida en general. ¿Recuerdas…? ¿No? No pongas esa cara, la verdad es, y tú lo sabes, que depende del enfoque que le demos a todo. Hay quien lo ve innecesario, pero no está contenta con lo que ve en el espejo. Hay quien lo cree una locura, pero no logra estar sano una semana seguida. Comer bien y hacer deporte, es una apuesta de lo más segura para tu futuro, y lo sabes. ¿A qué sí lo sabías?

Cuidarse, mimarse y todo eso que siempre queda tan bien en las redes sociales y que a pesar de todo el postureo que hay, la realidad es que es la mejor forma de vida. Es curioso porque todo lo que luce fascinante, cuesta lograrlo un poco más que el resto de las cosas.

Mis inicios con el surf

Soy isleño, canario del todo. Y nací en el archipiélago canario como has deducido. Y en Gran Canaria concretamente. Por lo que creo que está impreso en mi ADN, lo que me llevó a enamorarme definitivamente del surf. Amar el mar, es como amar el cielo. Es hermoso, necesario, inmenso y siempre está ahí. Te hipnotiza solo con mirarle. Y así me sucedió a mi con el surf. Miré el mar como otras tantas millones de veces lo había hecho.

Pero esta vez, intenté ponerme de pie sobre él. Probé el surf. Y lo hice como un reto más de los que me encanta superar. Me encanta ver de lo que soy capaz, y hacerle llegar a la gente como tú, lectores con curiosidad, que nada es imposible y que es de lo más divertido aprenderlo. Pero, confieso que llevar la playa grabada en mi memoria tan adentro, el sonido de las olas y el tacto de la arena marcado en mi piel, es un punto que me ha facilitado conectar con el surf y con la cultura especialmente sensible que lo rodea. Pero cualquiera que lo intenta, y prueba en sus carnes que puede ponerse de pie en una tabla, se queda enganchado al mar como yo.

Quique Guijarro nos cuenta a qué edad se puede practicar el surf y quien puede surfear. Además nos dice que le encanta hacer surf en Gran Canaria.

Vemos vídeos y fotografías de los mejores surfistas del mundo y no nos paramos a pensar que esas personas, mujeres y hombres de todo el mundo, aprendieron de cero en algún momento de sus vidas. Pero al quedarse enganchados a la adrenalina de este deporte, dedicaron su vida a ser los mejores, a cabalgar las olas y a lidiar con el dios Poseidón, pidiéndole clemencia cuando se caen de alguna de sus blanquiazules barbas.

No me parecía imposible aprender a surfear, pero sí tenía clarísimo que iba a ser una paliza los primeros días. Y no me defraudó lo más mínimo. Desde bien, bien temprano estás calentando con el resto del grupo en la orilla. Escuchas las indicaciones del monitor, y prestas atención a tu cuerpo, que aún está durmiendo en la habitación del hostal. El sonido del mar, supera en decibelios lo que suena en cualquier discoteca en plena noche. Pero este sonido no molesta, impone respeto. Enorme, poderoso, cambiante y vivo. Así es el mar. Los experimentados surfistas que nos enseñan los movimientos básicos sobre las tablas de surf en la orilla, son lo que se conoce como locales. Gente que se ha criado cogiendo olas en esa misma orilla durante años. Por lo que sus indicaciones son precisas y del todo importantes para no tener ningún susto.

Ansioso como un niño pequeño, escuchaba las cuestiones referentes a nuestra seguridad durante lo que dure el baño, pero no te voy a mentir, me moría de ganas de meterme en el agua y ponerme de pie en esa tabla como el mismísimo Kelly Slater en Los vigilantes de la playa. El mundo que rodea al surf es gigantesco en cuanto a los aspectos técnicos, materiales y bases se refiere. Un sinfín de medidas de tablas, de materiales en su construcción, quillas, inventos, lynch, movimientos básicos y de vital importancia para mantener el equilibrio sobre ellas, y luego, después de todo, están las olas. ¡Ah! Y los trajes especiales, que dependiendo de las temperaturas, tienen un grosor u otro. Vamos, un montón de cosas que después de varias semanas de intensos baños, matándome a remar y tratando de bajar alguna ola decentemente, me di cuenta de que es uno de los deportes más agridulces que he probado jamás. Todo es variable. ¡Todo! Y cuando digo todo, es todo, todo. Cualquier pequeño detalle te tira de la tabla al agua. No respetar las reglas básicas que has aprendido en la orilla, puede suponer que no seas ni capaz de ponerte de pie de forma digna. Pero ahí es donde comienza mi parte favorita de las aventuras deportivas. Cuando mi cabeza se cansa de intentar ser una máquina perfecta y dejo que mi propio instinto gestione qué técnica aplicar en cada momento, procurando sobre todo, seguir el mejor consejo que me dio uno de mis profesores, JonBil, de La SalBaje Surf Skola de Sopelana. Me dijo: “Pase lo que pase, disfruta del baño”. Y así hago desde entonces. Vivo cada instante en el agua con mi mejor humor. Observo a los máquinas y dejo que las circunstancias, el tiempo y las experiencias, se sumen una a una, para ir logrando una técnica básica y poder fliparlo y surfear. Aunque sea una pequeña olita orillera. No pido más. Como sabes, una de las cosas que más me fascinan de los deportes, son las personas que conozco y las buenas amistades que hago con el paso de los años y de los lugares que visito. Y el surf, a pesar de venir de una isla preciosa y afortunada, el surf me robó el corazón en el norte de España, cerca de Bilbao, en la playa de La Salvaje, en Sopela. Un lugar precioso donde la buena gente abunda.

Quique Guijarro con el grupo de la escuela de surf La Salbaje Surf Eskol. Todos preparados en la arena con las tablas de surf para hacer bodysurf.

¿Qué cómo empezó todo? Durante una semana, el verano de hace dos años, disfruté de un hospedaje en el que te enseñan a surfear, a patinar y lo bien que se come y se vive en el norte de España. Allí hice grandísimos amigos. Pero si debo mencionar a uno, diré el fotógrafo y videógrafo del camp. Mi gran amigo Isio Noya. Este caballero, es sin duda una de esas personas a las que yo considero un ángel en la tierra. Un hombre enamorado del mar, de su mujer y de los buenos ratos en remojo con su tabla y sus colegas.

Fue él, quien me llevó de vuelta, un año después, pero ya no como campista sino como profesor de baile. No fui a la misma casa de mi primera vez. En este segundo viaje surfero, visité el nuevo Moana, el Eco Surf Hostel, un sitio precioso, que, si está más cerca de la playa, saltas de la cama al agua. Allí pude unir mi labor como profesor de baile dando clases en un camp de surf llamado Moana Dance Camp, y mi pasión por el surf como alumno. Una iniciativa de este magnifico amigo, que me ha hecho unir lazos de amistad con él y sus compañeros de por vida. En ese viaje, pude entender un montón de cosas que veía y no sabía acerca del surf. Aprendí que nunca es tarde para aprender a surfear. Que no hay edad, si lo que hay es espíritu de superación y ganas de aprender. A fluir con el mar y a dejarme llevar por la corriente hasta la orilla para salir.

Observando junto a él y a todos los maravillosos monitores de La Salbaje Surf Eskola, aprendí a diferenciar las corrientes, los tipos de spots que hay, los tipos de tablas, de movimientos… En definitiva, me dieron de comer amor por el mar y pasión por el surf. Para ellos es su forma de vida. Para toda esa increíble gente, es una forma de vivir la naturaleza. Razón por la que cuidan de ella como los que más. Cuando los grupos llegan a la escuela de La Salbaje, entre las instrucciones que se le dan, acerca de cómo se surfea, se les enseña que la playa tiene que quedar al irnos, igual de limpia que cuando llegamos. Conciencia desde el minuto uno acerca de que todo esto fluye porque hay respeto. El mismo que se tiene en el mar cuando se surfea, en la orilla y donde sea.

Quique Guijarro con su grupo de surf. Nos cuenta que significa el surf para él y lo más difícil del surf

Consejos para quienes empiecen a practicar el surf

Aprende a hacer surf en un fin de semana y hasta un verano entero, si tus ahorros te lo permiten, en un lugar precioso para dormir, comida sana y vegana para quien quiera. Y unos monitores con más horas de vuelo sobre las tablas y sobre las olas, que las que tiene un reloj. Allí, en Moana, aprendí que el surf es cuestión de paciencia, respeto y dedicación. Que haga bueno o haga malo, hay baño. Cuando el día no tiene olas, pues a remar. Si el día nos regala olas, hay que surfear.

El miedo, mi viejo amigo y el de todos, está presente en todo momento y en cada deporte que practico, y no porque las cosas que hago sean peligrosas, que también. Cualquier deporte lo puede ser si no se toman las precauciones necesarias. Pero a lo que me quiero referir es que el miedo, me hace estar alerta y controlar que una situación no se me vaya de las manos. Recibir un puñetazo, caerme de una vía o de la tabla al agua. Hacer las cosas siempre con cabeza, nos lleva al mismo puerto que las crónicas de un aficionado a la vida sana. Si te cuidas, lo agradecerás.

Lo que parece fácil desde la orilla, mar adentro no es ninguna broma. Lo que tiene pinta de pequeño desde donde el agua no te moja más que las uñas de los pies, dentro del agua tiene tres y hasta cuatro veces el tamaño que imaginabas. Es imprevisible, en cierto modo. Te hace tener que calmarte y reducir las revoluciones. Baja los niveles de ansiedad y los nervios te los quita a base de revolcones en la orilla. Por eso me flipa la sensación de no tener ni idea, porque no tengo ninguna prisa por lograr dominar nada. Voy haciendo poco a poco. Voy aprendiendo con el paso de los días, de los entrenos y en este caso del surf, de los baños. Me escapo siempre que tengo un fin de semana libre y que mi gran amigo Isio me dice que hay buena previsión para esos días. No lo dejo aunque pase tiempo. Espero el momento perfecto para volver a disfrutar del mar y de mi sueño de ser como los de los vídeos que veo en Instagram.

Nadie nace con ciencia infusa, ok, lo acepto. Pero no me negarás que hay gente que tiene una facilidad brutal para ciertos deportes y para ciertas cosas. ¿A qué si? Pues yo tengo facilidad para no rendirme con facilidad. ¡Ja! ¿Qué te parece eso?

Cuantas más cosas hago, más aprendo. Y eso me encanta. Por eso uso mi tiempo para escribir estos artículos, para contagiarte de mis ganas de vivir. Y deseo y espero que así haya sido.

Me gustaría despedirme de ti, hasta el próximo artículo, citando una de las preguntas que más me hacen en los últimos años y que creo que resumiría todo lo que acabo de redactar.

“¿Para qué haces tantas cosas…? ¿…Por qué no te centras en una para ser bueno de verdad en algo?” Mi respuesta es tan sencilla como mi forma de ver la vida.

“No quiero ser bueno en nada, quiero ser feliz en todo”.

Hasta la próxima y gracias por leerme.

Quique Guijarro poniendo sus libros cerca de su cara
Quique Guijarro @quiqueguijarro

 

 

 

 

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